Había una vez un Niño Estrella que era feliz jugando en el cielo con todas las demás Estrellas. Siempre brillaba y por la noche, cuando su madre la Luna estaba allí, todos los niños de la tierra podían verle aunque estuviera oscuro. Durante el día, seguía brillando, pero nadie podía verle, porque el Padre Sol era tan grande y brillante que eclipsaba a todas las demás estrellas.
Cuando el Sol se acostaba, la Luna aparecía y venía a recordar a las estrellas que tenían que brillar sobre la tierra toda la noche, para ayudar a los niños. La Luna las cuidaba y las limpiaba para que brillasen y enviasen sus rayos brillantes a la tierra y así todos los animalillos nocturnos pudiesen buscar comida y todas las plantas pudiesen crecer. Al Niño Estrella le gustaba estar cerca de la Madre Luna y sentir sus suaves rayos de luz.
Una tarde, cuando brillaban sobre la tierra los últimos rayos del Sol, el Niño Estrella estaba esperando que viniese la Madre Luna para hacer su visita nocturna a las estrellas. Esperó mucho tiempo, pero ella no vino.
Todas las estrellas esperaron y se puso muy oscuro y empezó a hacer frío, y el Niño Estrella empezó a sentirse muy triste. Luego se dijo: "Estará muy oscuro, abajo en la tierra, para los búhos y para los niños, si la Luna no envía sus brillantes rayos". Decidió que a Madre Luna le habría gustado que él mismo se preparase para brillar mucho y así no estuviese todo tan oscuro en la tierra. Se limpió y se frotó hasta que estuvo brillante y resplandeciente y les dijo a las demás estrellas que hiciesen lo mismo.
Abajo, en la tierra, una niña estaba sentada mirando por la ventana de su habitación, en aquella noche oscura, esperando que apareciese la Luna. Tenía frío, después de estar allí sentada tanto tiempo, pero quería ver brillar las estrellas y sentir sus rayos de luz en el rostro. Esta hora era su favorita, después de que su madre le hubiera cantado una canción de buenas noches, se levantaba de puntillas y se sentaba junto a la ventana para ver el cielo. Pero aquella noche empezaba a bostezar y a frotarse los ojos porque estaba muy oscuro a su alrededor. Cuando empezaba a quedarse dormida, vio una pequeña estrella que empezaba a brillar. La estrella brillaba cada vez más, justo sobre ella. ¡Era el Niño Estrella! Luego, una tras otra, empezaron a brillar las demás estrellas, hasta que, al final, el cielo estuvo resplandeciente, las estrellas parecían felices. Esto hizo que la niña se sintiera feliz y por fin se fue a dormir.
Al día siguiente, cuando el Sol extendió sus cálidos rayos sobre el mar y sobre las colinas, el Niño Estrella se quedó dormido, cansado del trabajo nocturno. Nunca había tenido que brillar tanto por sí mismo. Soñó que su querida Madre Luna le hablaba y le decía: "Estoy muy orgullosa porque te has convertido en una valiente y brillante estrella. Pronto volveré a brillar en el cielo otra vez, pero hasta entonces tendrás que jugar con tus amigos y tenéis que ayudaros a brillar unos a otros para que la luz llegue a la tierra. Para que te ayuden a brillar, puedes coger algunos cálidos rayos del Sol cando se oculta al final del día, y, si tienes cuidado con ellos, él te ayudará a usarlos como es debido. Te quiero, Niño Estrella, y pienso en ti cada momento. Buenas noches. Duerme bien.
Aquella noche cuando se despertó, oyó las palabras de su madre en su interior y supo que no estaba solo y que no tenía por qué sentirse triste. Recordó lo que le había dicho y al atardecer en lugar de intentar brillar mucho por sí mismo, le pidió al Sol que le dejara coger algunos de sus rayos dorados para utilizarlos y se convirtió en la estrella más brillante del cielo.
Mother Moon |
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