Una vez, en un gran armario de ropa, en lo más profundo de una casita muy acogedora, entre las toallas suaves y esponjosas había una recién llegada. No hacía mucho que un par de manos habían abierto el armario de madera lleno de sábanas, mantas y toallas y habían metido una toalla azul nueva. Era una toalla nueva deseosa de correr aventuras y que deseaba mucho, muchísimo ser usada. Al día siguiente las puertas del armario se abrieron y la madre cogió la mullida toalla abuela que había estado haciendo compañía a la nueva toalla.
A la mañana siguiente, la toalla abuela fue colocada de nuevo en el armario cerca de la nueva toalla azul. La joven toalla le preguntaba impaciente: "¿Qué has hecho?"
La toalla abuela le respondió: "He secado a un niñito de los pies a la cabeza cuando le han sacado de su baño calentito. Le he secado la cara, los brazos, las manos, los dedos, la espalda, debajo de la barbilla... hasta que estaba todo seco y listo para vestirse el pijama y acurrucarse en la cama".
La toalla azul estaba emocionada. "Suena maravilloso, abuela. Cuánta tarea para una toalla. ¿Nunca se te olvida lo que tiene que hacer una toalla?"
"Oh, no", dijo la abuela. "Canto una cancioncilla que siempre me ha ayudado a recordar. Puedo cantarla ahora. ¿Te gustaría?"
"Oh, sí, por favor", dijo la toalla azul nueva. Así que la toalla abuela empezó:
Envuélvelo y empieza a secar, primero la cara, luego al pelo llegarás.
Por todas partes, sin olvidar debajo de los brazos y la espalda por detrás.
¿Qué más nos faltará?
¡Ah, sí! Las piernas, los pies, los dedos, y al fin... no te olvides... ¡esta pequeña nariz!
La toalla nueva estaba encantada con la canción y pidió a la toalla Abuela que le ayudara a aprenderla. Al día siguiente las puertas del armario se abrieron otra vez y una vez más la toalla Abuela fue sacada del armario. La toalla nueva la miraba con una mezcla de emoción y decepción. ¡Ella quería ser usada! Al día siguiente regresó la toalla Abuela. La toalla nueva saltó para saludarla. "¿Cómo fue?" preguntó. "Estupendo", sonrió la toalla Abuela.
"Yo quiero que me toque a mí", suplicó la toalla nueva. "Pero, ¿y si se me olvida lo que hay que hacer?"
"No, no lo olvidarás, lo harás muy bien, eres una toalla estupenda, muy suave. No se te olvidará si repites la rima. Vamos a practicar ahora". Y juntas empezaron a cantar:
Envuélvelo y empieza a secar, primero la cara, luego al pelo llegarás.
Por todas partes, sin olvidar debajo de los brazos y la espalda por detrás.
¿Qué más nos faltará?
¡Ah, sí! Las piernas, los pies, los dedos, y al fin... no te olvides... ¡esta pequeña nariz!
Envuélvelo y empieza a secar, primero la cara, luego al pelo llegarás.
Por todas partes, sin olvidar debajo de los brazos y la espalda por detrás.
¿Qué más nos faltará?
¡Ah, sí! Las piernas, los pies, los dedos, y al fin... no te olvides... ¡esta pequeña nariz!
Después de esto la toalla azul ya no estaba nueva y era muy feliz por haber sido usada. Y, como era tan suave y esponjosa, el niño pidió usarla al día siguiente. La Toalla Azul practicó una y otra vez la cancioncilla y ¡nunca se olvidó de lo que una toalla tiene que hacer!
(The Towel Story)
No hay comentarios:
Publicar un comentario