martes, 4 de abril de 2017

EL CUENTO DE LOS DUENDES RUIDOSOS

EL CUENTO DE LOS DUENDES RUIDOSOS

Había una vez cuatro duendecillos hermanos que vivían juntos en su cueva, en la roca que era su hogar. Tres de los hermanos duendecillos eran como tres gotas de agua: tenían el mismo aspecto, vestían igual y más todavía; a los tres les encantaba hacer mucho ruido. Con sus picos y sus martillos, trabajaban todo el día juntos, cavando para extraer cristales de roca y haciendo mucho ruido.
Uno era Hump-dunk y hacía así: hump, dunk, hump, dunk, hump, dunk.
Otro era Brink-à-brac y hacía así: brink-brink, brac, brink-brink, brac.
Y el tercero era Clinken-clank y hacía así: clinkety-clank, clinkety-clank, clinkety-clank.
Los tres juntos sonaban así:
hump, dunk, brink-brink, brac, clinkety-clank.
Había un cuarto duendecillo y éste era muy diferente de los otros tres. Tenía un aspecto diferente, se vestía de forma diferente y su trabajo era muy diferente. Se llamaba Rab-a-dab y su tarea consistía en frotar y en abrillantar los cristales en bruto que habían sido extraídos de la roca por sus hermanos.
¡A Rab-a-dab no le gustaba nada el ruido! Se sentaba en un rincón de la cueva con su paño de abrillantar y trabajaba tranquilamente. Frotaba y abrillantaba los cristales de roca hasta que relucían con una luz plateada. Siempre que sus hermanos estaban fuera durante un tiempo y todo estaba tranquilo en la cueva, Rab-a-dab estaba seguro de que podía oír cantar a las piedras.
Los cuatro hermanos duendecillos vivían juntos y trabajaban juntos en la cueva de la roca, que era su hogar. Pero para Rab-a-dab era muy difícil. Siempre estaba pidiendo a sus ruidosos hermanos: "Por favor, por favor, no hagáis tanto ruido que me duelen los oídos!"
Pero a Hump-dunk, a Brink-à-brac y a Clinken-clank les encantaba hacer ruido. Y continuaban cavando, golpeando con sus martillos y haciendo ruido todo el día. 
En una ocasión estaban los tres haciendo tanto ruido, que Rab-a-dab tuvo que dejar de trabajar, sentarse y taparse las orejas con las manos. Así que no pudo abrillantar más piedras en todo el día.
Al día siguiente, mientras los ruidos continuaban tan fuertes como antes, Rab-a-dab decidió que ya era suficiente.
"¡Cielos, oh, cielos!" exclamó. "¡No puedo soportarlo más, me duelen los oídos de tanto ruido!
Rab-a-dab recogió todos sus paños y todas sus piedras, lo colocó todo en un gran saco, se despidió de sus ruidosos hermanos y abandonó la cueva que había sido su hogar. Con su saco a cuestas se puso a buscar otro hogar en el que poder vivir y trabajar tranquilo y sin ruidos.
Desde entonces Rab-a-dab vive solo. Pero sus hermanos le visitan con frecuencia en su cueva tranquila y le traen nuevas piedras para que las abrillante. Y a veces él va a visitar a sus hermanos en su cueva ruidosa.
Cuando los tres hermanos van a visitar a Rab-a-dab, procuran estar tranquilos y cuando Rab-a-dab visita a sus hermanos trata de disfrutar de su alboroto. ¡Pero nunca se quedan mucho tiempo!

(A Noisy Gnome Story)

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