domingo, 26 de marzo de 2017

CAJITAS

Cajitas

Junto cajitas. Cajitas esmaltadas, cajitas de madera pintada, cajitas de cristal, de porcelana,
de metal, de cartón, de nácar, todas chiquitas.
En esas cajitas guardo los pedacitos de la felicidad. Porque la felicidad no es un enorme friso
en la pared, sino un rompecabezas de piezas diminutas que se arma de a poquito.
Y no tiene una figura fija, preconcebida, sino varias figuras, todas cambiantes, que pueden
variar según los días, según las horas, según los lugares…
Vos me enseñaste eso. Y muchas de esas cajitas tienen partes tuyas.
No… no lo aprendí enseguida… me llevó tiempo… Cuando tu vida se apagó, el miedo y la
soledad hicieron nudos con mis tripas. Golpeaba todas las puertas con terror de no ser
escuchada, de no ser recibida. Y me juraba, cada día, golpear otras puertas y otras y otras,
sin importarme quién las abriera, quién sería capaz de oír el sonido de campana al viento que
emitía mi corazón… una campana de barco en medio del océano, una campana de catedral
en medio del desierto, una campana quejumbrosa con sonido de pena y manantial al mismo
tiempo… Hasta que empecé a abrir las cajitas. En una encontré un fósforo, uno de esos
fósforos con los que encendías mis cigarrillos, y aunque casi no fumo, prendí uno y traté de
hacer espirales con el humo, como hacías VOS.
En otra encontré unas tierritas de colores, de Purmamarca, y el norte le trajo paz y color al
sur de mi inquietud, con su placita de vendedores de pesebres, su aire de celeste
transparencia, sus montañas redondas… En la de porcelana, una rosa seca y un papel
dobladito: “quinto aniversario”.
En la de plata, una medalla bendecida de la Virgen de Luján. Arena de la playa mansa,
monedita de austral, un coralito africano, una entrada de cine, un boleto capicúa, un anillito
que perdió la piedra, un cuarzo casi dorado, una plumita de colibrí… Todos itinerarios de
caminos que recorrimos juntos y yo vuelvo a caminarlos llevando tus pasos encima de los
míos, ahora que tus pasos no pesan nada porque son de apenas airecito, de apenas aleteo
de mariposa, de apenas una lágrima… Ya ves, ya no golpeo puertas, sólo abro cajitas para
no estar tan sola. Pero, eso sí, al mismo tiempo, abro también mi corazón…

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