Había una vez una niña llamada Netty que vivía con su madre y muchos hermanitos y hermanitas. A la pequeña Netty le encantaban las flores. Le gustaban todos los tipos de flores, las formas de las flores, el perfume de las flores..., pero sobre todo le gustaban los hermosos colores de las flores: el rojo, el rosa, el morado, el amarillo, el naranja, el azul... y tantos otros colores maravillosos.
La pequeña Netty pasaba todo el tiempo libre vagando por el jardín, buscando flores y cogiéndolas para jugar, las recogía todas y las extendía sobre la hierba. Luego se sentaba entre ellas arrancando los pétalos, jugando con ellos y lanzándolos al aire. Un día en el que Netty estaba sentada en la hierba jugando con unos pétalos amarillos de capuchina, oyó un susurro en la brisa. Parecía venir de un macizo de margaritas cercano. Netty se acercó más y vio un capullo pequeño que parecía abrirse y cerrarse. ¡Se diría que le hablaba a ella! "Por favor, no cortes a mis hermanos, niña, cuando nos cortas de nuestras plantas nos marchitamos y morimos. Pero si nos dejas crecer podemos continuar bailando en el jardín. No hay nada que le guste más a una flor que bailar".
¡La pequeña Netty no sabía qué decir! A ella también le encantaba bailar, por eso entendía perfectamente lo que le decía el capullo de flor.
Entonces tuvo una idea. Fue a pedir a su madre un trozo de lana de cada color de sus flores preferidas. Luego ató todos aquellos preciosos colores a un bastón largo y salió al jardín. Con su bastón del arcoíris en alto, empezó a bailar por la hierba, por todo el jardín.
Pronto se levantó una suave brisa que soplaba sobre las flores y las hacía moverse y todas bailaban con la pequeña Netty.
El pequeño capullo de margarita estaba muy contento y sonrió con una sonrisa tan amplia que todos sus pétalos blancos se abrieron y él también se unió a la pequeña Netty en la danza.
(The Little Girl Who Loved Flowers)
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