Un joven Francisco de Quevedo, en el Sueño del Infierno, cuando un demonio le presenta a los zurdos:
Estaban tras de una puerta unos hombres, muchos en cantidad, quejándose de
que no hiciesen caso dellos aun para atormentarlos, y estábales diciendo un
diablo que eran todos tan diablos como ellos, que atormentasen a otros.
-¿Quiénes son? -le pregunté.
Y dijo el diablo:
-Hablando con perdón, los zurdos, gente que no puede hacer cosa a derechas,
quejándose de que no están con los otros condenados; y acá dudamos si son
hombres u otra cosa, que en el mundo ellos no sirven sino de enfados y de mal
agüero, pues si uno va en negocios y topa zurdos se vuelve como si topara un
cuervo o oyera una lechuza. Y habéis de saber que cuando Scévola se quemó el
brazo derecho porque erró a Porsena, que fue no por quemarle y quedar manco,
sino queriendo hacer en sí un gran castigo, dijo: '¿Así que erré el golpe? Pues en
pena he de quedar zurdo.' Y cuando la Justicia manda cortar a uno la mano
derecha por una resistencia, es la pena hacerle zurdo, no el golpe; y no queráis
más que queriendo el otro echar una maldición muy grande, fea y afrentosa, dijo:
Lanzada de moro izquierdo
te atraviese el corazón.
Al fin, es gente hecha al revés y que se duda si son gente.
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