Este es un gaiden de El semen de los ahorcados que transcurre en la Navidad de cuando hacían tercer curso, un año antes del principio de la saga. Es la historia de cómo Enjolras y Grantaire se conocieron, en circunstancias realmente especiales y en la noche más mágica del año...
CÓMO SE CONOCIERON
Cuando el hielo se quebró bajo sus pies, ninguno de los invitados dejó sus jarras de cerveza de mantequilla o de hidromiel. Todos sacaron sus cámaras para grabar, pero solo una persona corrió hacia el agua helada. No era ninguno de sus amigos, ni de los guardaespaldas pagados para protegerlo. Era un desconocido de su edad. Lo que nadie sabía era que
ese acto de valentía iba a cambiar para siempre las vidas de todos los presentes en aquella fiesta de invierno. ¡UN GRYFFINDOR SALVANDO A UN SLYTHERIN MOTU PROPRIO, SIN ESPERAR NADA A CAMBIO!
¡CRACK! La capa de hielo del Gran Lago de Hogwarts se cedió en un instante. El agua estaba tan fría
que Paragon Ganímedes Enjolras (Slytherin, trece años) creyó que sus pulmones se habían convertido en piedra volcánica. No podía respirar, no podía gritar,
apenas podía mover los brazos ni las piernas mientras el peso de su uniforme empapado lo hundía más y más hacia el
fondo oscuro del lago. Por encima de él, a través de la superficie quebrada del
hielo, veía las luces brillantes del Castillo de Hogwarts y una gran Luna Llena, distorsionadas y
lejanas, como si pertenecieran a otro mundo. Había sucedido tan rápido. Hace un sólo
momento estaba alejándose de la multitud ruidosa de la fiesta, del caos y de los villancicos, caminando por el embarcadero de
madera que se extendía sobre el lago congelado, buscando un momento de paz, de serenidad, de desconectar de la sobrecarga sensorial, lejos de las sonrisas falsas y las conversaciones vacías. El siguiente
momento escuchó el crujido aterrador. En fracciones de segundo, sintió como sus pies atravesaban la capa
de hielo y de repente estaba cayendo en el agua helada. En
la orilla del lago, docenas de invitados curiosos, vestidos la mayoría de uniforme con la bufanda de sus Casas, algunos de alta costura, se habían detenido, pero no corrían para ayudarlo, no gritaban
buscando asistencia. Luchando por mantener la cabeza sobre el agua, a flote,
vio algo que jamás olvidaría. Todos, absolutamente todos, habían sacado sus cámaras. Los flashes brillaban en la oscuridad de la noche más mágica de diciembre mientras inmortalizaban an su agonía.
"¡AYUDA!", logró gritar Enjolras lo más alto que pudo antes de que otra ola de agua helada entrara
por su boca. "¡POR FAVOR!" A la orilla del Gran Lago, bajo las luces de
miles de lamparitas y de la Luna llena, nadie se movió. Sus compañeros de Slytherin,
los prefectos locales, los pocos amigos que había hecho ese cursp, todos permanecían quietos con
sus cámaras extendidas grabando. Algunos incluso sonreían como si
estuvieran presenciando un espectáculo planeado, siguiendo un guion. Algunos no se habían dado cuenta de nada. Él sintió que sus fuerzas
se agotaban. El frío era tan intenso que ya no sentía sus manos ni sus pies. Su
visión comenzaba a nublarse. "Así es como muero, congelado a los trece, con toda la vida por delante", pensó con una claridad extraña,
rodeado de gente y completamente solo. Entonces escuchó el otro chapuzón y el hielo romperse una segunda vez. Alguien más
había saltado al agua. A través de su visión borrosa, Enjolras, que sentía como si no tuviera extremidades, vio una silueta
delgada nadando hacia él con brazos fuertes y seguros. No era un guardaespaldas, ni un prefecto, no era ninguno de los
jóvenes jugadores de quidditch que asistían a la fiesta. Era un chico de su edad, con uniforme escolar, su capa flotando en el agua oscura. "Agárrate de mí!", gritó el desconocido, su
voz ronca por el frío, pero firme. "No te sueltes..." Grantaire había salido del castillo, preocupado por si el efecto de su matalobos se iba a disipar cuando escuchó los gritos. Había corrido
hacia la ventana y visto la escena en el lago. Sin pensarlo dos veces, por acto reflejo, había
bajado las escaleras corriendo, atravesado el portal y el jardín y saltado al agua helada sin siquiera quitarse los
zapatos. Ahora,
Grantaire rodeó el talle del chico rubio y comenzó a nadar hacia la orilla,
usando la otra mano (izquierda, la buena) para romper los pedazos de hielo que bloqueaban su camino. "Resiste", le susurraba mientras
nadaba. "Ya casi llegamos. Resiste, hijo." Los invitados en la orilla
finalmente reaccionaron cuando vieron a un desconocido sacando a Enjolras inconsciente del agua. Los amigos del rubio corrieron
a ayudarles, tirando de ambos hacia tierra firme. Allí Enjolras cayó sobre la
hierba congelada, tosiendo agua y temblando violentamente. Su rescatador cayó a su
lado, igualmente empapado y temblando, pero sus ojos oscuros estaban fijos en
el rostro pálido del joven Slytherin, asegurándose de que respirara correctamente. "Está
bien", dijo Combeferre mirándoles de cerca. "Los dos están bien. Necesitamos mantas y atención médica. Té o sopa y vuestra ropa de noche".
"¿Qué demonios pasó aquí? ¿Qué estabas haciendo en el lago?" Los rumores se esparcían como fuego: "¿Quería llamar la atención?" "Un Gryffindor rescatando a un Slytherin motu proprio, sin esperar nada a cambio..." Recuperando la consciencia, todavía temblando y con los labios azules, Enjolras miró en derredor. Luego miró al desconocido, que
permanecía sentado en la hierba, empapado y congelado, pero sin quejarse.
Finalmente él consiguió decir entre toses: "Me salvó la vida." Y reparó en que el desconocido era de su edad y llevaba la corbata roja y de oro. Entonces... El otro se puso de pie lentamente con dignidad, a
pesar de que el agua goteaba de su ropa y su cabello. Miró directamente a los ojos de los demás sin desviar la mirada. "Sí, soy de Gryffindor, y no, no esperaba nada a cambio". "¿Y qué hacías aquí en el jardín?",
Antes de que Grantaire pudiera responder, Enjolras se incorporó con dificultad. "Él acaba de salvarme la vida". "¿De verdad eso es lo primero que vas a decir?"
"Te pagaremos un bono por esto", dijo el director Valjean finalmente haciendo un gesto vago hacia
el lago. "Cincuenta galeones. Ahora vuelve adentro, cámbiate y acompáñale". Un murmullo recorrió otra vez la multitud de invitados. Algunos
parecían incómodos. Otros simplemente seguían mirando sus cámaras, revisando las fotos. El Gryffindor no dijo nada,
asintió levemente, dio media vuelta y caminó hacia el portal, dejando un rastro
de agua a su paso. Pero mientras le seguía, Enj vio algo en sus ojos,
algo que no podía identificar, o tristeza, decepción o era algo más profundo... "Que un médico nos revise de inmediato... Necesitamos primeros auxilios." "El resto de ustedes: la
fiesta continúa. Esto ha sido solo un pequeño incidente.
Mientras les ayudaban a los dos a entrar en el castillo, él no dejaba de mirar hacia atrás. Por alguna razón que no comprendía completamente, sentía
que necesitaba agradecerle apropiadamente. Sentía que debía saber más sobre el desconocido que había arriesgado su vida sin pensarlo, mientras decenas de personas simplemente les miraban y grababan, como si el show hubiera estado planeado. Esa noche, acostado en su kotatsu en la enfermería ("Accio kotatsu", había dicho el doctor Hatori Sohma antes de encender el brasero con Incendio), con tres
mantas encima y una taza de té verde caliente en las manos, el vientre lleno de sopa de pollo, y una cajita de bombones After Eight, los únicos dulces que le gustaban (por no ser literalmente dulces), un Enjolras más recuperado no
podía dejar de pensar en lo que había visto. La indiferencia de los invitados, la forma en que se esparcieron los rumores, las cámaras de sus compañeros (excepto las de sus verdaderos amigos) grabando su casi muerte como si fuera entretenimiento.
"Así es como realmente somos", se preguntó en voz alta. "Así es la Casa Slytherin. Así es mi mundo". No tenía
respuestas, sólo que su salvador era Gryffindor (del bando "enemigo" desde la noche de los tiempos) y se había presentado como "R", pero sabía que algo había cambiado en él esa noche. Cuando el agua helada lo había envuelto, cuando había
visto docenas de rostros mirándolo sin mover la yema de un dedo para ayudar, sus mismos amigos también paralizados, algo se había roto dentro de él, alguna ilusión que
había mantenido sobre su vida privilegiada. Y cuando había visto un desconocido, al que había ignorado desde el principio de sus estudios, y encima del bando enemigo, saltar sin dudarlo al agua mortal, algo más había despertado. Una pregunta que necesitaba responder. ¿Quién era realmente R? ¿Y por qué había arriesgado todo por alguien que en teoría era solo oponente? No sabía entonces que las respuestas a esas preguntas cambiarían todo lo que creía saber sobre su vida y su propio pasado. Ni que había conocido al que sería su alma gemela, unidos por el hilo rojo del destino para siempre.
A la mañana siguiente, Enjolras despertó con dolor en cada músculo de su cuerpo. Hatori Sohma, con la tetera en mano, antes de encender el kotatsu, le había asegurado que no había daño permanente, solo la necesidad de descansar y
mantenerse caliente. Pero el dolor físico era nada comparado con el torbellino de pensamientos que no le dejaban en paz. Se levantó de la cama y caminó hacia la ventana. Podía ver todo el terreno a ese lado: los jardines perfectamente cuidados, las canchas de quidditch y de vuelo, y allá al fondo el lago donde casi había
perdido la vida. A la luz del día de Navidad, con el sol de invierno brillando sobre la superficie congelada, parecía tan todo tranquilo, tan
inocente. Sólo los dos agujeros en el hielo traicionaban la tragedia de la víspera. "¿El joven necesita algo?", preguntó una voz suave desde la puerta. Se
giró y vio a una de sus amigas, Éponine, de Slytherin, que llevaba varios libros de texto bajo el brazo. "Sí",
respondió él de inmediato. "Necesito hablar con R, el que me salvó, ¿sabes dónde puedo
encontrarle?" Ella pareció sorprendida por la pregunta. "Estará en las dependencias de Gryffindor, si no en las Tres Escobas. No le he visto después de lo de anoche." "Necesito verla. Necesito agradecerle
apropiadamente". Patricia dudó. Darle información personal de un desconocido no era algo que normalmente se hiciera, pero había algo en la expresión del rubio, algo
sincero y urgente, que la convenció. "Suele ir a las Tres Escobas los fines de semana y fiestas de guardar, es lo más seguro", dijo finalmente en voz baja. Enj hizo que sí con la cabeza, agradecido. Una hora después, vestido
con ropa casual, con su gabardina y con una bufanda gruesa de Slytherin alrededor del cuello, salía al exterior sin decirle a nadie a dónde iba... (Antes, Éponine y él habían estado estudiando en el kotatsu, primero Historia de la Magia -- a los Fundadores -- y luego Estudios Muggles --a las celebridades muggles de la época, sobre todo a las Kardashian--).