LAS HADAS Y SUS HECHIZOS.
CUENTOS ALEMANES POR HANS CHRISTIAN ANDERSEN.
CUENTO OCTAVO, DIVIDIDO EN VARIAS HISTORIAS.
LA REINA DE LA NIEVE.
HISTORIA CUARTA.
EL PRÍNCIPE Y LA PRINCESA.
Escucha, y juzga por tí. En el reino
en que estamos, y no muy distante de estos sitios vive una
princesa de mucho talento, que ha leído y olvidado cuanto
escriben los periódicos de todo el mundo, ¡tan sabia es!
Hace algún tiempo, hallándose sentada en su trono—lo
cual, según dicen, no es cosa siempre desnuda de sinsabo-
res,—y sintiéndose muy triste, principió á cantar aquella
canción que dice:
Mas, ¿por qué no me caso?
De repente interrumpiendo el canto dijo para sí: «en
efecto, ¿por qué no me he de casar?» Dicho y hecho, re-
solvió casarse cuanto antes; pero no quería hacerlo sino con
un hombre que supiese contestar cuando se le hablase, y no
con un estafermo que estuviese allá en su corte, como mos-
trador de tienda, acicalado y bien puesto, sin decir esta
boca es mía; porque esto le habría de ser a ella muy fasti-
dioso. No tardaron los diarios del país en publicar una her-
mosa litografía, en que habla pintado un corazón que echaba
llamas, y tenia debajo las iniciales de la princesa. Al pie de
la litografía había un anuncio, en que se convidaba a todos
los jóvenes de buena apariencia, y que no fuesen tontos, a
pasar al palacio, en donde serian todos indistintamente
bien acogidos, y uno de ellos en particular, el que mejor
hablase, electo para esposo de la princesa. Apenas se hubo
publicado el anuncio, cuando comenzaron a llover de todas
partes mozos bien parecidos, que como en enjambres acu-
dían presurosos al palacio, aspirando al honor del princi-
pado y a la mano de la hermosa señora. Durante los dos pri-
meros días se presentaron a millares; pero por mas que
todos ellos hablaban mucho, antes de entrar en la corte,
apenas se encontraban en el salón de recibo, y sobre todo
en presencia de la princesa, se callaban como mudos,o
cuando más, tartamudeaban una necedad. Muchos de ellos
no hacían mas que repetir la ultima palabra de cada perío-
do que decía la princesa, lo cual no era para esta señora
cosa muy agradable. No parecía sino que cuantos allí en-
traban habían tomado un narcótico, cuya soporífera virtud
les enmudecía hasta que volvían a salir de palacio. La prin-
cesa iba ya perdiendo toda esperanza de dar con lo que bus-
caba. Pero al tercer día, entre la turbamulta de jóvenes es-
túpidos y presuntuosos que asaltaban el pórtico y las esca-
leras del palacio se presentó un muchacho de porte galán,
despejado y vivaracho, con unos ojos que despedían cente-
llas. Venía a pie y estaba pobremente vestido.
... Cuanto ... he contado me ha sido referido por ..., mi enamorada, la cual vive siempre en las cerca-
nías del palacio, a cuyas ventanas se asoma a todas horas
por verlo que anda por allá dentro. Ella es la que me ha
dicho que cuando aquel mocito llegó y vio tantos corte-
sanos reunidos a la entrada del palacio, sin amedrentarse
lo mas mínimo manifestó que estaba cansado y que no que-
ría esperarse en las escaleras; por lo cual sin más rodeos se
coló en los salones, y llegó al punto hasta donde se hallaba
la princesa sentada en un trono hecho de una sola concha
de perla. Al lado de la princesa estaban todas sus donce-
llas, y las doncellas de sus doncellas, y todos sus cortesanos
y los cortesanos de sus cortesanos, cada uno de los cuales
llevaba un paje que estaba de pie detrás de él. Y a pesar de
esto el muchacho no tembló; que no fue poco; pues con di-
ficultad podía uno atreverse a mirar cara a cara a uno de
los pajes de los cortesanos; tan erguidos andaban y ufanos
del rico traje que llevaban y, de la alta jerarquía que, como
criados de tan altos personajes, les era concedida.
—¡Esto debe ser espantoso!—,...; ¿pero
al fin obtuvo la mano de la princesa?
—También yo hubiera podido obtenerla, si no hubiese
estado comprometido con otros amores; pues me dice mi
querida, que aun hablo yo mejor cuando le digo galanteos
de lo que habló el muchacho a la princesa, aunque habló
mucho y bien. No había ido allá con intención de enamo-
rarla, sino por mera curiosidad; mas como donde menos se
piensa salta la liebre, él y ella quedaron prendados uno de
otro.
¿... lleván-
do... hasta dentro del palacio, ...?
—Cosa es esta mas fácil de decir que de hacer. No obs-
tante, yo iré a ver a mi ... que es de buen consejo, y
por complacerme hará todo cuanto buenamente pueda ha-
cerse. Espéra... aquí que pronto vuelvo.
Era ya noche cuando ... regresó y dijo:—Mi ena-
morada ... saluda y ... manda esta llave que se ha podido
procurar. Con ella abrirás una puerta escusada, que condu-
ce a los aposentos interiores de la princesa. Además, ...
manda este pedazo de pan y queso, que cogió de la cocina
en un momento en que unos lacayos estaban diciendo re-
quiebros a la cocinera. Come este poco de cena; ..., y luego ven conmigo; yo ... guiaré hasta
los jardines del palacio.
... cenó, y ambos emprendieron su viaje.
Pronto llegaron a una de la puertas del palacio que da-
ba al jardín.
—... Ven conmigo; que yo haré que veas a
ese mozo que deseas conocer. Toma esta lámpara y sígue-
me, que yo ... guiaré.
—Parece que alguien viene detrás de nosotros—...
—No temas. No son sino ensueños que vienen a traer
pensamientos de caza a la mente de los príncipes. Todas
esas imágenes de caballos y galgos, que corren veloces;
todo ese séquito de damas y caballeros armados de lanzas y
arpones tendrán todavía mas ocupada la fantasía del prín-
cipe y de la princesa, y su sueño será más profundo. Así
podrás observarles con mas seguridad.
Llegaron en esto a una sala adornada con colgaduras de
damasco amarillo y bordados de oro. Pasaron a otra, no me-
nos brillante, y a otra luego, y así de sala en sala, todas
magníficamente adornadas, llegaron al aposento en donde
dormían los príncipes, y al cual habían ya llegado de an-
temano los ensueños que ... había visto al entrar en el
palacio.
Era el techo de una hoja de palma engastada con otras
hojas del más precioso cristal. En medio del aposento había
dos ricas camas, sobre las cuales colgaba un holgado pa-
bellón de tela de oro recamado de plata. La en que dormía
la princesa era blanca. La otra encarnada. A esta ... Apartó las
colgaduras encarnadas y descubrió una cabeza, de tez tri-
gueña.
...—los ensue-
ños que andaban a caballo por encima de la cama se aleja-
ron al brillo de la luz,—el hombre se despertó; volvió la
cabeza; ...
La princesa se despertó también; asomó la cabeza por
entre las colgaduras blancas; preguntó qué había ocurrido
...
Los príncipes oyeron con sumo interés la conmovedora
relación .... Se compadecieron de ...; trataron de
consolar... y alabaron la bondad de....
Abrieron la ventana para que entrase ... que andaba
por el jardín, y cuando hubo entrado, la princesa se dirigió
a aquella fiel pareja de enamorados y les dijo:
—¿Queréis que os deje vuestra libertad, o preferís ser
... de la corte con derecho a todos los residuos de las
cocinas del palacio?
Los dos ... hicieron una reverencia y suplicaron
a la princesa que les permitiese aceptar el honor de ...
de la corte; pues no siempre habrían de ser jóvenes y pen-
saban que les convenía tener seguro un sueldo fijo para la
vejez. Así les fué concedido.
El principe se levantó de la cama e hizo traer una es-.
pléndida colación para ....
Esta se acostó en un sofá del mismo aposento y tan
pronto se quedó dormida. Volvieron los ensueños a recorrer
todo el cuarto en diversas y variadas formas, ....
Los príncipes hicieron vestir a su inocente huésped un
rico traje de seda y le ofrecieron guardarla en el palacio;
pero ... solo pidió que ... habilitasen con todo lo necesario
para ir en busca ....
En efecto, los príncipes le dieron bolas forradas de pie-
les y un manguito. ... abriga-
ron bien y ... llevaron hasta la
puerta del palacio en donde en-
contró preparado un coche todo
de oro con su cochero y lacayos,
quienes llevaban coronas dora-
das en la cabeza. Los príncipes
mismos le dieron la mano para
subir... al carruaje, y ...,
que ya se había casado con su
enamorada tan pronto como fué
empleado de la corte, ... acom-
pañó por espacio de unas tres
millas, sentado en el pescante
con el cochero, pues creyó que
no debía ya rebajar su dignidad
yendo detrás del carruaje como
lacayo. ... se mantuvo
de pié en la portezuela del co-
che ; pero tuvo que volverse
muy pronto, pues padecía de
fuertes dolores de cabeza desde
que gozaba de sueldo fijo.
El coche, bien provisto de
manjares y dulces y bizcochos,
echó a rodar con la velocidad
del viento.
HISTORIA QUINTA.
LA LADRONZUELA.
Pasaba el coche a través de
una densa selva; pero alumbraba
el camino por donde atravesaba,
tal era el brillo que despedía.
—¡Es de oro! ¡Todo de oro!—
gritaron unos ladrones saliendo
precipitadamente de su madri-
guera: y corriendo hacia el car-
ruaje detuvieron a los caballos
y mataron al cochero y a los
lacayos.
...
La ladronzuela se empeñó en seguida en que había de dar un paseo en coche. Y no hubo más sino satisfacer su capricho. Llevóse consigo ....
...
En esto paró el coche y entraron en el patio de un castillo medio arruinado, lleno de grietas y rendijas en todas las paredes, desde el suelo hasta el tejado. De agujero en agujero volaban los cuervos y las cornejas, y en el suelo había tendidos y en continuo movimiento muchos perros de presa de monstruoso tamaño, aunque no ladraban porque no les era permitido.
En una sala antigua, sucia y ennegrecida por el humo ardía un fuego animado sobre unas piedras que había en el suelo. El humo subía hacia el techo y buscaba salida por donde podía. En un gran caldero hervía una abundosa cantidad de sopa, y en varios asadores se estaban asando conejos, liebres y venados.
...
HISTORIA SÉPTIMA Y ÚLTIMA.
DEL CASTILLO DE LA REINA DE LA NIEVE
Y DE LO QUE EN ÉL PASÓ
y las selvas estaban cuajadas de retoños,
y de una de ellas salió de pronto un hermoso caballo (al
cual ... conoció por uno de los que tiraban ... coche
de oro) y montada en él una muchacha, con gorro encarna-
do y pistolas en la cintura. Era la ladronzuela, que cansa-
da de estarse en casa había resuelto salir a viajar por los
climas del Norte y después a alguna otra parte del globo.
... le
pidió noticias del príncipe y la princesa.
—Están viajando por tierras extranjeras.
GICES.XIX ---- COMENTARIOS
El GRUPO DE INVESTIGACIÓN DEL CUENTO ESPAÑOL DEL SIGLO XIX (GICES XIX) se consti tuyó en 1999 gracias a una ayuda para grupos emergentes de la Universitat Autònoma de Barcelona y ha seguido su andadura mediante varios proyectos de investigación otorgados por el Ministerio de Ciencia y Tecnología o el Ministerio de Educación y Ciencia. Es un equipo inte grado por historiadores de la literatura española en el que participan investigadores de la Universitat de Lleida y la Universitat de Barcelona.
Título Original: | «Die Schneekönigin» (es una traducción del alemán, indirecta) Traductor desconocido |
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Resumen:
... ya que, un joven ..., había contraído matrimonio con la princesa del reino y ahora vivía junto a ella en su castillo. ... a introducirse en el castillo, llegando a los aposentos de la pareja real, pero al acercarse al joven príncipe que dormía, .... ... frente a la princesa y su príncipe, quienes escucharon conmovidos la historia .... Emocionados, premiaron la ayuda ... y consolaron ... ofreciéndole unas botas, unos guantes y una carroza de oro que la llevaría a donde necesitara. En su búsqueda, unos bandoleros se interesaron por el hermoso carruaje ... y la atacaron. ....
Temas, motivos y tipos: | .... Viaje maravilloso. |
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Aspectos formales: | Se trata de un cuento formado por siete capítulos (que llevan por título ..., «El príncipe y la princesa», «La ladronzuela», ... y «Del castillo de la reina de la nieve y de lo que en él pasó») y publicado en cinco entregas. El narrador de la historia es omnisciente, sin intervenir en ningún momento en el relato ya sea para participar o dar a conocer una opinión propia. Su única labor es dar a conocer los pensamientos y diálogos ... así como de los diversos personajes que aparecen e intervienen en sus aventuras. El tiempo es lineal, determinado por el paso de las estaciones que señalan el inicio y final del relato con la llegada de la primavera, por lo que se deduce que la historia transcurre a lo largo de un año. En lo que respecta al espacio, este es sencillo, puesto que se sitúa a los personajes en multitud de situaciones distintas: ... el reino ficticio del príncipe y la princesa… .... Observaciones:«La reina de la nieve» es el octavo cuento de la colección que tradujo El Mundo Pintoresco entre el 29 de julio y el 21 de octubre de 1860 bajo el título Las hadas y sus hechizos. Cuentos alemanes por Hans Christian Andersen. (La traducción, indirecta del alemán y obra de traductor anónimo, data de octubre de ese año)
Carla Ribera
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