MUCHO RUIDO POR LAS NUECES
Una anécdota de la niñez de los hermanos Baratheon
inspirada en el poema "Les nous del berenar"
para el proyecto #CuantoPudoHaberSido
En un claro del frondoso bosque de dioses de Bastión de Tormentas, hay un nogal que ha estado allí durante décadas, tal vez siglos. Tal vez desde la época de los Durrandon, predecesores de los Baratheon. Un árbol caducifolio que ahora, en otoño, está comenzando a amarillear las hojas y cuyos duros frutos van cayendo uno tras otro por su propio peso, por delante y a los lados de la inscripción que desde hace un lustro se puede leer en medio del tronco:
STEFFON BARATHEON
y
CASSANA BARATHEON, NACIDA ESTERMONT
Después de que las olas vomitaran los cuerpos de la desgraciada pareja sobre las costas, fueron enterrados debajo del tronco del nogal, y sus nombres grabados en una placa en la corteza. A los pies del nogal discurre una fuentecita, no envenenada por la presencia de los difuntos y sí que también ha estado allí desde los tiempos de los Durrandon; se dice que la diosa Elenei, fundadora de aquel linaje de antaño, la hizo brotar para regar el bosquecillo sagrado del hogar de su marido, dejando a la flora y a la fauna del lugar libres de sed.
Tres varoncitos huérfanos de negros cabellos y azules ojos, el mayor frisando la adolescencia y el más joven de cuatro o cinco primaveras, van cada tarde a merendar juntos en este claro: tienen qué comer, qué beber y la sombra a su alcance inmediato. La copa del nogal, frondosa y esponjosa, les cubre mientras recogen nueces y rellenan sus tazas de agua, como las enaguas de una niñera o el plumaje de una gallina clueca.
El pequeñín se ha llenado el regazo de una docena de nueces, que ha cogido ansiosamente. Se vuelve a sus hermanos mayores, que están llenando sendas tazas, y se dirige a ellos con los labios haciendo morritos:
--¡Quiero cascar mis nueces, las mías, aquí y ahora!
El hermano mayor de los tres, que por cuestiones de mayorazgo se ha hecho con el liderazgo, responde intentando controlar su ira:
--Si quieres, Renly, ya te las casco yo... Tú no, porque ya sabes lo que nos ha dicho la Nana antes de salir: "Renly es demasiado pequeño para la piedra de cascar nueces. Cuando intenta cascarlas, se golpea la punta de un dedo..."
--No te lo creas, Robb --el pequeño Renly responde haciendo morritos--. Ahora cojo la piedra sin ningún dedito debajo.
Los otros dos le miran: Robert echándose a reír a todo pulmón hasta que se atraganta y se pone a toser el agua que se le fue por la tráquea; y Stannis, el hermano mediano, dando un sorbo de su taza todo serio pero con una mirada escéptica.
--¡Robb es un tirano! ¡Sólo por ser el mayor tiene siempre que tener razón y hemos de hacer lo que él quiere! --Renly, con lágrimas en los ojos, chilla esto mientras salta una y otra vez y golpea el suelo del bosque sagrado con sus piececitos de cuatroañero calzados con botines. En medio de su rabieta, todas las nueces se caen de su regazo y se desperdigan por el suelo cubierto de hojas de otros árboles caducifolios.
Robert, en respuesta al berrinche de su hermanito, le vuelve enérgicamente la espalda: --¡Tú siempre con tus saltitos y tus rabietas!-- Luego exhala con todas sus fuerzas, sin mirar por encima del hombro e intentando mantener la serenidad, algo que siempre le ha presentado dificultades.
Mientras tanto, Stannis ha estado mirando a sus hermanos de reojo. Viendo cómo Robert abraza el tronco del nogal con todas sus fuerzas y da tres o cuatro profundas respiraciones para calmarse. Viendo cómo Renly, pataleando en el suelo en su danza de ira, casca sin saberlo las nueces que le han caído al suelo. Los dos están demasiado ensimismados mientras el hermano mediano, sigiloso como un gato, se acerca a Renly sin temer nada, coge cada nuez cascada que ve en el suelo y que el pequeñín ya tiene a cierta distancia... Stannis coge cada nuez cascada, se la lleva a los labios, nota el agradable crujir y se la traga. Una tras otra tras otra tras otra... y nadie le ha prestado la más mínima atención. No se jacta de ello; es discreto y prudente y nunca ha encontrado seguro vanagloriarse de nada. Puede que sea el hermano mediano, pero es el único con sentido común. Y ese buen sentido es lo que le hace evitar las meteduras de pata.
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