INTRODUCCIÓN
Por la hija de Enid BlytonTraducida por Sandra Dermark
Queridos niños:
Enid Blyton era mi madre, y cuando yo era pequeña cada noche antes de irme a dormir me leía sus cuentos.
Cuando yo regresaba del colegio estaba impaciente por leer las páginas de la historia que ella había escrito ese día. Si estaba escribiendo un libro largo, tenía que esperar muchos días hasta saber cuándo terminaba. Era inútil preguntarle a mi madre cuál era el final puesto que ella no lo sabía hasta que escribía el último capítulo.
Espero que os divirtáis con estos cuentos, que tratan de animales, muñecos y niños, y también de hadas y magia.
Espero que disfrutéis con estos cuentos. Intentad leérselos a vuestros hermanos más pequeños (si los tenéis) y veréis cómo resulta de divertido compartirlos.
Con cariño,
Gillian Blyton.
LA MUÑECA DE NAVIDAD
(The Doll on the Christmas Tree)
Cuento para irse a la cama de Enid Blyton
traducido y adaptado por Sandra Dermark
e ilustrado por Thomas Taylor
Franela era una muñeca muy graciosa. Se llamaba Franela porque era una muñeca de trapo y era muy suave y adorable. Sin embargo, ahora estaba vieja y tenía la cara muy rara. Sus ojos eran muy extraños. Tenía el pelo rubio y liso de lana amarilla, la nariz ñata y los dientes y los labios eran puntadas bordadas de hilo blanco y rojo, respectivamente.
Cada Navidad, los niños sacaban sus viejos muñecos y separaban aquellos que ya no iban a usar. Se los regalaban a otros niños necesitados que tuvieran pocos juguetes. Pero nunca separaban a Franela porque a los niños les gustaba mucho.
Esa Navidad, llegó una gran cantidad de muñecos nuevos al cuarto de los niños. Los niños eran tres y tenían muchos tíos (varones y tías, por parte de madre y de padre) que les regalaban juguetes preciosos. Llegó un tren de vapor con sus vías de ferrocarril, un coche nuevo al que se le daba cuerda, una casita de muñecos, un bonito panda y un oso de peluche de color azul, además de una muñeca de moda de plástico con el pelo rizado y forma de adulta, y otra que era una niña morena con un lazo rojo en la cabeza, y un marinerito de uniforme.
Los muñecos viejos miraron a los nuevos y pensaron en lo brillantes, limpios y bonitos que parecían. Los muñecos nuevos miraron a los viejos con desprecio.
---¡Qué bestia tan sucia! ---dijo el nuevo oso azul al viejo oso marrón.
---¿Eres una muñeca o una porquería? ---preguntó la muñeca nueva de pelo rizado a Franela.
---¿Porqué no lavas tu sucia ropa? ---le preguntó la muñeca del lazo rojo.
---Espero que no tengamos que vivir en el mismo armario ---dijo ese nuevo muñeco que era un marinero---. ¡Hueles fatal, estás vieja y sucia!
Franela se entristeció. Era verdad que era vieja y que estaba sucia. No podía lavar su vestido porque lo tenía cosido al cuerpo y no podía quitárselo. Tampoco los calcetines ni los zapatos, por las mismas razones. A veces, intentaba cepillar su pelo amarillo, pero resultaba difícil hacer que la lana cepillada, cardada, pareciera bien arreglada. Con frecuencia, cuando cepillaba su pelo de lana, le quedaba un lío muy enmarañado.
---Siento estar tan vieja y tan sucia ---dijo Franela---. Espero que seáis felices en este cuarto de jugar. Los tres niños son muy buenos.
---Seríamos felices, o sea, si no tuviéramos que convivir con gentuza como tú y el sucio oso pardo y el gastado panda viejo ---dijo cruelmente la muñeca de moda de pelo rizado.
---No habléis de ese modo ---dijo el gran Jumbo desde el rincón---. Vivimos aquí desde hace años y esta habitación es nuestra. Vosotros sois los nuevos: debéis comportaros.
---¡Qué desfachatez! ¡Hablarnos a nosotros así! ---dijo el oso azul---. Creo que voy a coger a ese elefante por la cola y lo voy a sacar de la habitación. ¡Debería vivir en el trastero y no aquí! ¡Está pasado de moda!
Jumbo estaba tan apartado que corrió hacia el oso nuevo y casi le derriba. El oso azul se apartó de su camino.
---¡Ese elefante no tiene educación! ---masculló---. ¿Qué clase de cuarto de jugar es éste?
Los niños habían organizado una fiesta para todos sus amigos por Navidad. Escribieron las invitaciones y las enviaron. Colocaron el árbol en el recibidor y lo cubrieron con adornos, luces y cintas plateadas que parecían de hielo.
Luego colgaron regalos pequeños en el árbol para sus amistades. Quedaba precioso. Sin embargo, cuando fueron a comprar un muñeco de ángel para coronar el árbol, ¡no consiguieron encontrar ninguno!
"Lo siento, pero este año se nos han acabado", dijeron en todas las tiendas. Los tres niños se quedaron muy decepcionados. Hablaron de ello en el cuarto de jugar, y todos los muñecos les escuchaban.
---Tenemos que poner un ángel en lo alto del árbol ---dijo Hilda---. Si no lo hacemos, incluso si ponemos una estrella o un cucurucho, parece que falta algo.
---Un ángel es un ser celestial y puede hacer magia ---dijo Ken---. Todo el mundo lo sabe.
---Me pregunto si no sería una buena idea que, en lugar del ángel, pusiéramos encima del todo del árbol alguno de nuestros nuevos muñecos ---dijo Polly.
Todos los muñecos nuevos escucharon el comentario con atención. ¡Cielos míos, estar en lo alto del árbol de Navidad debía de ser algo maravilloso!
---Yo, o sea, quedaría estupenda allí ---dijo la muñeca de moda de pelo rizado.
---Yo soy la que tengo la medida perfecta para estar allí colgada ---dijo la muñequita del lazo rojo.
---Un vigía en lo alto del árbol sería maravilloso ---dijo el marinerito.
---Estoy convencido de que los niños me preferirían a mí antes que a todos vosotros ---dijo el panda nuevo, con orgullo.
---Todos ellos gritarían encantados si fuera yo el que estuviera allí ---dijo el oso azul sacando pecho.
Franela les escuchaba a todos y suspiraba. Sería maravilloso estar en lo alto del árbol de Navidad viendo cómo brillaban las luces encendidas y los destellos de los adornos. "Pero debo alegrarme de que este año no me hayan echado a la caja de la beneficencia ---pensó la vieja muñeca de trapo---. ¡Después de todo, ¡soy muy vieja y estoy muy sucia!"
La madre de los niños sintió pena por sus tres hijos ya que estaban tristes al no haber podido conseguir un ángel. Se preguntó que podía hacer por ellos. Una noche, cuando los niños estaban durmiendo, se dirigió al cuarto de los juegos y abrió el armario. Todos los muñecos nuevos estaban radiantes. Estaban convencidos de que elegiría a uno de ellos para colocarlo en lo alto del árbol.
Lo habría hecho, pero de algún modo pensó que ninguno de los muñecos del armario era el adecuado para el árbol.
Franela no estaba en el armario. La muñeca de moda de los rizos la había expulsado esa tarde.
---No vamos a permitir que compartas este armario con nosotros, o sea... ---le dijo---. Eres muy vieja, fea y sucia. Tienes que irte a la beneficencia.
Franela se fue a un rincón y se quedó encogida, hecha un ovillo, sintiéndose desgraciada. Ya tenía suficiente con ser vieja, fea y sucia como para que se lo estuvieran repitiendo docenas de veces al día.
Mamá cerró la puerta del armario y, de pronto, vio a Franela enroscada en el rincón. La levantó y la miró.
---¡Querida muñequita! ---le dijo---. Hilda te tuvo cuando era un bebé y todos los niños te han querido mucho, pequeña Franela.
Se llevó a Franela fuera del cuarto de jugar. Se dirigió hacia su taller y, una vez allí, se puso a trabajar en la vieja muñeca. Descosió la ropa sucia y allí se quedó Franela, desnuda y descalza sobre la mesa. Tenía mucho frío y, además, se sentía un tanto extraña.
---¡Te vas a convertir en una muñeca preciosa, vieja Franela! ---dijo mamá---. Te voy a hacer un vestido de gasa muy fina, con faldas vaporosas, rodeado de cuentas de plata. Te coseré unas estupendas alas plateadas y te pondré un arpa en miniatura para que puedas tocarla, y un cetro para que puedas agitarlo. Te lavaré ese pelo amarillo de lana y te lo dejaré brillante como si fuera de oro. ¡Incluso llevarás un halo de plata! ¡Qué contentos se pondrán los niños!
Mamá se pasó toda la noche trabajando. Le confeccionó a Franela un precioso vestido de volantes con pequeñas cuentas plateadas. Le cosió un par de alas espléndidas que salían de la espalda de Franela como si fueran auténticas. Le lavó el pelo de lana y se lo secó. Se veía limpio y dorado. Le hizo un halo y un arpa y un cetro en miniatura de plata, ¡e incluso le fabricó un par de zapatitos plateados a juego!
---¡Ya está! ¡Estás preciosa! ---dijo mamá---. ¡Eres el ángel más bonito que hemos tenido jamás, Franela! ¡Te voy a poner encima del árbol!
A la mañana siguiente, los tres niños gritaban de alborozo al ver un ángel en lo alto del árbol.
---¡Mamá, al final lo has conseguido! ¡Oh, es precioso!
Hubo muchos niños invitados a la fiesta. ¡Miraban ese precioso ángel y les habría encantado tener uno igual! Hablaron de ello mientras estaban sentados en el cuarto de jugar tomando el té.
---Es una muñeca simplemente maravillosa ---dijeron---. Debería ser la reina del cuarto de jugar, Hilda. Es el ángel más hermoso que jamás hayamos visto. ¡Tiene una mirada tan dulce, tan bonita y cariñosa!
Los muñecos escuchaban todo eso. Aquella noche, cuando los invitados se hubieron marchado, los muñecos nuevos se pusieron a hablar.
---Vamos a ver a esa muñeca que es un precioso ángel. Tal vez le gustaría venir aquí a vivir con nosotros y ser nuestra reina. Nosotros no tenemos reina. ¡Estaría muy bien poder tener a un ángel como reina, porque entonces podríamos utilizar su magia!
A continuación, se fueron todos al recibidor para ver el árbol. Las luces ya estaban apagadas. El árbol estaba allí iluminado por la luz de la luna, los adornos brillaban y el ángel aparecía misterioso y espléndido en lo alto.
---¡Mira sus alas! ---susurró el oso azul.
---¡Mira el arpa, o sea, y el cetro mágico! ---dijo la muñeca de pelo rizado.
---¡Qué lástima que no esté aquí la vieja y fea Franela para ver ésto! ---dijo Jumbo---. No sé dónde habrá ido a parar; confío en que no la hayan tirado a la caja de la beneficencia.
---¡Es el lugar que le corresponde! ---dijo el marinerito---. ¡Por Neptuno! ¡Me encanta la muñeca de ángel! ¡Me gustaría casarme con ella y que utilizase su magia para mí!
Jumbo se dirigió al ángel con humildad:
---Hermosa muñeca de ángel, ¿quieres venir con nosotros y ser nuestra reina? Nos sentiríamos muy honrados.
---Gracias ---dijo el ángel con una voz que sonaba muy familiar---. Pero ¿estáis seguros de que me queréis a mí?
---¡Por supuesto! ---dijeron todos---. ¡Baja y organizaremos una fiesta especial para ti, Alteza!
Entonces, el ángel descendió del árbol y se fue con los muñecos al cuarto de jugar. Franela no sabía que los demás creían que era capaz de hacer magia auténtica, ni que no la reconocían. Ella pensaba que sabían que sólo se trataba de Franela disfrazada. Les sonrió a todos, pues estaba muy contenta, y a los muñecos les encantó.
¡Cómo la trataban! Le dijeron docenas de veces que era hermosísima. ¡Franela nunca se había sentido tan maravillosamente bien!
Más tarde, la muñeca de moda de pelo rizado dijo:
---Es una pena que la vieja y sucia y fea Franela no esté aquí, Alteza. Tal vez tú habrías podido agitar tu cetro, o sea, para dejarla un poco más limpia y más guapa. ¡Era una criatura tan horrenda!
El ángel miró a la muñeca de pelo rizado y luego le habló con voz suave:
---¿No os habéis dado cuenta de que yo soy Franela? Es cierto que ahora soy un ángel y voy a ser reina, ¡pero sigo siendo Franela!
Todos los muñecos se miraron asombrados y entonces se dieron cuenta de que realmente se trataba de Franela, ¡pero qué Franela tan distinta!
---¡Oh, Franela, al final no te han tirado a la beneficencia! ---exclamó Jumbo con gran alegría---. Querida Franela, mereces ser reina, mereces ser ángel, porque siempre has sido tan buena y encantadora. ¡Majestad, estoy encantado de verla de nuevo!
Todos los muñecos rodearon a Franela con alborozo. Los nuevos se sintieron muy incómodos al pensar que tal vez Franela tuviera magia y ahora podría castigarles por su desprecio. Decidieron que tal vez sería mejor comportarse amablemente con ella.
Pero Franela sabía cual era su opinión.
---Yo no seré vuestra reina si no lo deseáis ---dijo---. Tan solo seré la reina de los muñecos viejos. Y no creo que utilice la magia que hay en mí para castigaros. Únicamente la usaré para haceros felices.
---¡Oh! ---dijo la muñeca de moda de pelo rizado mirando a Franela con asombro---. ¡Oh! Eres buena, amable y sabes perdonar. Mereces ser reina, ¡desde luego que sí!
---Se lo merece ---dijo el marinero.
---¡Es un encanto! ---dijo el oso azul.
Y todos los muñecos nuevos saludaron a Franela haciéndole una cortés y elegante reverencia.
Ella sigue siendo la reina de la habitación, y cada Navidad regresa nuevamente a su árbol. Creo que os gustaría verla allí puesta, ¿verdad? Bueno, si algún día conocéis a Hilda, a Ken y a Polly, pedidles que os enseñen a la vieja Franela. ¡Estarán encantados!
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