...de cuyo nombre Cervantes no se acordaba, vivía a principios del XVII (bajo Felipe II) un hidalgo (noble pobre) con una lanza oxidada, un escudo abollado, un jamelgo (caballo malo) flaco y un perro galgo igual de flaco.
Flaco era también el hidalgo, alto y canoso. Tendría unos cincuentaytantos años. Solía comer vacuno, y lentejas los viernes.
Tenía un ama de llaves cuarentona, una sobrina adolescente y un chico para todo que le servía de jardinero y de mozo de cuadra.
A nuestro hidalgo le encantaba irse de caza y leer novelas... esta última pasión cobró más fuerza que la primera, y leyendo leyendo se le secó el cerebro, y llegó a creer que las aventuras de sus caballeros favoritos eran reales. Y salió a buscar aventuras él mismo. El resto es historia...
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