El conejo y el otoño
Era una mañana de otoño, la brisa acariciaba los árboles como queriendo desprender las hojas de sus ramas, algunas de color amarillento y otras de color café pintadas por la estación.
Se escuchaba el crujir de las hojas secas bajo los pies del conejo Pablito que iba de camino a su madriguera.
El viento, otra vez el viento, soplaba con mayor fuerza despegando las hojas de los árboles que discretamente rozaban la piel del conejo Pablito hasta que finalmente caían al suelo.
Con olor a hojas secas, el conejo Pablito continuaba su camino dejando tras de sí la silueta de algunas hojas marcadas en el suelo. Olía a otoño.
Se podía seguir escuchando el crujir de las hojas secas tras los pasos de Pablito hasta que muy cerca de él pudo ver a una serpiente en el tronco de un viejo árbol. El zigzag de su lomo la delataba como víbora venenosa.
Por ese motivo Pablito cambió de dirección recordando que el miedo alertador es dueño de la seguridad. Eso le había enseñado siempre su madre.
Autora: María Abreu
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