LA VEREDA NO SEGUIDA
En otoño, en rubio bosque,
se dividía el camino:
y, sintiendo ser yo una
y a la vez dos recorridos
no poder realizar, largo
tiempo estuve allá en el bivio,
mirando a diestra y siniestra,
con el ánimo indeciso.
Y seguí con la mirada
uno, hasta que se perdía
más allá del horizonte,
de la cuesta descendida;
mas al fin recorrí la otra
vereda, igual de bonita,
que tal vez la mejor fuera:
la de hierba tapizada
y por pocos recorrida,
aunque mi paso por ella
igual la desgastaría.
Las dos, aquella mañana,
de hojas secas se cubrían
de color cálido, rojas,
cobrizas y amarillas,
por ningún pie, ningún paso,
afeadas y oscurecidas.
¡Oh, la primera vereda
me dejé para otro día!
Y aún así, conociendo
que una vía lleva a otra vía,
dudé si a la encrucijada
otra vez yo volvería.
Dentro de años y de lustros,
con suspiros de impotencia,
contaré esta misma historia:
en un bosque, la vereda
en dos se partía, y yo…
seguí la menos recorrida,
y ha marcado toda la diferencia.
Robert Frost –
Traducción de Sandra Dermark
19 de junio, MMXVIII
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