La ley del azar o el orden de la casualidad
[···] ¿No es una coincidencia notable que uno de los "Amigos del A.B.C." —Laigle de Meaux— estuviera en la Facultad de Derecho cuando el profesor Blondeau pasaba lista y se le ocurriera decir "¡Presente!" al oír que llamaban a Marius, con lo que libró a este de la expulsión, y que el mismo Laigle de Meaux (AKA Bossuet) se halle en la puerta del café del Barrio Latino por el que pasa Marius, a quien nunca ha visto, (de cerca,) y lo reconozca por el bolsón que lleva? (III, IV, III, pp. 674-677). Esto sucede precisamente cuando Marius [···] no tiene adónde ir. Aquellas casualidades ponen al joven en contacto con Courfeyrac y los demás insurgentes y permiten que la novela incorpore a su intriga los temas de la rebeldía política y la revolución callejera.
Un mundo puritano
Además de quisquillosos, los monstruos (personajes) de Los Miserables suelen ser castos. [···] Pero en ninguna otra de sus novelas es la castidad un estado tan significativo en los personajes centrales como en Los Miserables, donde Jean Valjean, Javert y el líder de la barricada, Enjolras, lucen como seres asexuados y desinteresados de la mujer. Incluso quienes viven un amor intenso, Marius y Cosette, parecen vacunados contra el sexo, [···] El revolucionario Enjolras, que lidera la rebelión en la barricada de la Chanvrerie —un puro, un fanático republicano, un jacobino idealista—, ha prescindido del sexo, como si éste pudiera apartarlo del ideal y privarlo de recursos físicos y morales para el combate político. En las horas afiebradas de la barricada, su amigo Bossuet asegura que todos los compañeros que se baten con ellos tienen amantes y que su recuerdo los anima en este trance. Y añade: "Y bien, Enjolras no tiene mujer. No está enamorado y ha conseguido ser intrépido. Es algo inusitado que alguien sea frío como el hielo y duro como el hierro" (V, I, XIV, p. 1237). El narrador se encarga de corregir a Bossuet: Enjolras no tiene mujer, pero sí tiene una amante: la Patria. Las queridas abstractas a las que Jean Valjean y Javert (también) han sacrificado las mujeres de carne y hueso [···]
El fanático (Javert frente a Enjolras)
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El momento de grandeza de Javert tiene lugar en la barricada de la Chanvrerie, en plena insurreción, donde asoma con más fuerza que nunca su naturaleza de monstruo. Reconocido por Gavroche, interrogado por Enjolras para saber si es mouchard (soplón), reconoce de inmediato ser "agente de la autoridad". El narrador precisa que el policía "levantaba la cabeza con la serenidad intrépida de quien nunca ha mentido" (IV, XII, p. 1137). El coraje de Javert no desmerece frente al de Enjolras. Cuando los insurrectos le advierten que será fusilado dos minutos antes de que la barricada caiga, les pregunta por qué no le ejecutan de una vez: "para no desperdiciar pólvora". "Entonces, háganlo de una puñalada". (IV, XII, p. 1137). Quisquilloso, no lo olvidemos, quiere decir orgulloso, soberbio. Aunque están en bandos enemigos, la mentalidad de Javert, pese a su espíritu estrecho, no es muy distinta de la de Enjolras, el revolucionario. No dudan, creen ciegamente en una verdad —en una justicia— a la que están dispuestos a sacrificar la vida, propia o ajena. Se trata de dos fanáticos, uno de derechas y otro de izquierdas.
Personajes colectivos
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Los estudiantes revolucionarios del A.B.C. a los que se vincula Marius [···], funcionan también como un personaje colectivo, sobre todo al principio, cuando resulta muy difícil diferenciarlos. Enjolras, Combeferre, Jehan Prouvaire, Feuilly, Courfeyrac, Bahorel, Lesgle o Laigle, Joly y Grantaire son, hasta la barricada, poco menos que un solo ser de muchas caras, jóvenes inconformes nacidos en el Midi (la excepción es Laigle) y avecindados en París, donde practican los mismos ritos y comparten las mismas costumbres. El lector, al principio, lucha por distinguir lo que hay de específico en cada uno de ellos, además de los nombres; pronto advierte que es un empeño inútil, pues aunque, en apariencia, son varios, se trata de un solo ser diseminado en figuras que se complementan y acompasan en iniciativas, diálogos y comportamientos. Sólo más tarde, en la prueba de la barricada, el personaje colectivo experimenta un proceso de diversificación jerárquico, donde irán perfilándose tipos individuales más o menos independientes, entre los extremos que representan el republicano radical y líder, Enjolras, imbuido de ideas y de ideales, y el borracho Grantaire, pesimista y cínico, que se hace matar junto a aquel sólo por amistad.
El gesto, la belleza y la vida
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La busca del efecto mediante gestos y desplantes inusitados está detrás de muchas iniciativas y conductas.
¿Hay algo más teatral que la muerte del bohemio Grantaire, que, mientras sus compañeros se preparan a luchar y morir por sus ideales, se emborracha alegremente, desinteresado de toda aquella excitación justiciera, pero que, cuando despierta entre nubes de alcohol, no tiene el menor empacho en hacerse fusilar —sólo por amistad— junto al Enjolras que idolatra? Todas las muertes de la novela son efectistas, algunas cinematográficas, como las de Gavroche, [···] y Enjolras en la barricada, y otras marcadas por el sino de la tragedia clásica, como la de Fantine en el hospital de Montreuil-sur-Mer, o la de Jean Valjean en su casita de la rue de l'Homme Armé. También es trágica —raciniana— la muerte de Javert, hundiéndose en el abismo líquido de los remolinos del Sena.
La sociedad rehecha
[···] En la novela hay más ociosos que trabajadores [···]. Abundan [···], los estudiantes bohemios o los jóvenes insurrectos, conspiradores del A.B.C., que viven o malviven de sus familias, de su ingenio y picardía, o como Marius [···], de trabajos vagos y circunstanciales (en su caso, traducciones). A la única persona que vemos trabajar de principio a fin es a Javert, el perfecto funcionario. [···] Una sociedad donde, por lo mismo, hay más consumidores que productores. Entre aquellos (los consumidores) debemos incluir [···], a los estudiantes y bohemios, a los revolucionarios y a los funcionarios, a los militares y a los marginales. De este conglomerado de seres pasivos y ancilares, a quienes la sociedad mantiene a las buenas o a las malas, salen los héroes de la novela, [···]
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