Sin duda era inevitable que Hermafrodito, el dios menor bisexual, llegara a ser descrito como hijo de Hermes y Afrodita. El culto a este ser extraño derivó probablemente del culto chipriota de Afrodito, la Afrodita masculina con barba. La primera evidencia concreta de su culto en Grecia continental la proporciona una dedicatoria ática de principios del siglo IV a.C. Diodoro, el primer autor que se refiere a él como hijo de Hermes, parece considerar que fue un hermafrodita desde el momento de su nacimiento. Sin embargo, Ovidio relata una leyenda que explica su forma distintiva al contar que había sido un hermoso joven que se había fundido con una amorosa ninfa de las aguas. Hermafrodito, tal como era llamado a partir de sus padres, fue criado por ninfas náyades en las cuevas del monte Ida en la Tróade, pero abandonó su casa a los quince años para recorrer Asia Menor. Cuando llegó a Caria, al suroeste, Salmacis, la ninfa de un manantial en esa zona, se enamoró apasionadamente de él cuando lo vio aproximarse a su estanque. Aunque el ignorante joven sencillamente se sintió avergonzado cuando comenzó a seducirlo, ella aprovechó la ocasión cuando él se lanzó a sus aguas para darse un baño. Lo agarró fuertemente, pidió que los dos estuvieran unidos para siempre y se fundieron en un único ser con las características de ambos sexos. Al observar el cambio que había tenido lugar, Hermafrodito rogó a sus padres divinos que el hombre mortal que se bañara en aquel lugar quedara privado de su virilidad. El manantial de Salmacis, situado en Halicarnaso, era conocido en tiempos históricos por sus poderes debilitadores. Aunque es el único mito propio de Hermafrodito, éste aparece bastante a menudo en obras de arte. Durante la época helenística, cuando los artistas griegos llegaron a estar cada vez más atraídos por temas anómalos y dramáticos, esta figura ambigua era muy apreciada, y han sobrevivido numerosas representaciones, muchas de ellas poseedoras de una belleza morbosa, en las que aparece con los genitales de un hombre pero el pecho y constitución de una mujer.
FUENTES:
Diodoro Sículo, 4.6.5.
Ovidio, Metamorfosis, IV 285-388
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